Plan estratégico de Formación y Carisma
Introducción
La Iglesia está llamada a promover en sus escuelas una educación centrada en la persona que es capaz de vivir en la comunidad, aportando lo suyo para su bien. Deberá ́ impulsar una educación de calidad para todos, formal y no-formal, especialmente para los más pobres. Educación que ofrezca a los niños y jóvenes el encuentro con los valores culturales propios de su entorno, descubriendo e integrando en ellos la dimensión religiosa y trascendente del ser humano. La meta que la escuela católica se propone, respecto de los niños y jóvenes es la de conducir al encuentro con Jesucristo vivo, colaborando en la construcción de la personalidad de los estudiantes, teniendo a Cristo como referencia en el plano de la mentalidad y de la vida (Aparecida, 2007). 
Vivimos en la sociedad del conocimiento, pero la escuela católica desea ir más allá del conocer, promoviendo la sociedad de la sabiduría para educar a pensar, a ponderar los hechos a la luz de los valores, a educar para la asunción de responsabilidades y de compromisos, al ejercicio de una ciudadanía activa. El currículum debe ayudar a reflexionar sobre los grandes problemas de nuestro tiempo, no eludiendo aquellos en que se pone más de manifiesto el dramatismo de las condiciones de vida de buena parte de la humanidad, como son la desigual en la distribución de los recursos, la pobreza, la injusticia, los derechos humanos negados, entre otros. La conciencia social que desarrollen nuestros estudiantes será la encargada de mejorar el mundo, aportando con una sólida formación valórica para que su proyecto de vida sea más humanitario, justo para él y para los demás. 
Educamos y formamos para la vida, impregnados del sentido principal y más profundo que emana de las enseñanzas de Jesucristo en los Evangelios, esto es: Amar a los estudiantes buscando lo mejor para sí, acompañándolos en su formación para que crezcan en la vida, desarrollando las habilidades que les son innatas e integrando otras, aprendiendo a desenvolverse con las destrezas que van adquiriendo y que les permitan proyectar lo mejor como personas, en la actitud y acciones de servicio, con un espíritu comunitario que les haga vivir en sintonía de corresponsabilidad para la búsqueda permanente, tanto en lo cotidiano como en lo eventual, del más auténtico bien común.
 
													 
													 
													 
													 
													